viernes, 25 de enero de 2008

CANDELAS


Este fin de semana se celebran en mi pueblo las Candelarias. Es esta fiesta, las familias y amigos hacen una gran candela, y comen y bailan alrededor. Además, hay un concurso de muñecos, en el que los habitantes crean muñecos de personajes famosos o que hayan sido populares en el último año. El ayuntamiento otorga un premio al mejor muñeco; lo malo es que después hay que quemar los muñecos, pero hay que respetar las tradiciones.
Sin embargo, lo más significativo en estas fechas es la recogida de leña: no puedes salir a la calle sin ver a algún grupo de niños transportando leña desde cualquier huerto hasta el lugar donde celebrarán la fiesta. Yo me voy que tengo una fiesta con mi peña que durará hasta el amanecer.


¡FELICES CANDELAS!

La Emperatriz de los Etéreos



La Emperatriz de los Etéreos es la última novela de Laura Gallego García. Aunque nadie esperaba que lanzara otro libro al mercado tan pronto después de la trilogía de Memorias de Idhún, a finales del año pasado sorprendió a todos sus lectores presentando esta magnífica novela. Si he escrito esta entrada es para animar a todo el mundo para que compre y lea el libro, así que voy a comentar de qué va:

La historia se ambienta en La Tierra, dentro de muchos siglos(una Tierra sin sol y cubierta de hielo) . Los dos protagonistas son Bipa, una chica tozuda, orgullosa y hogareña; y Aer, que es justo lo contrario que Bipa: soñador, con imaginación y de mente abierta. Tan soñador, que guiándose por la leyenda de La Emperatriz de los Etéreos, emprende un arriesgado viaje para encontrar a la Emperatriz, pues él está convencido de que es más que una leyenda, y Bipa le seguirá para traerlo de vuelta a las seguras cuevas donde viven. Pero su viaje no será fácil, y Bipa tendrá que sacrificar mucho para llegar hasta su "amigo" Aer.

En definitiva, es una gran novela, original, y con un sobrecogedor final. Y la portada es fantástica, aunque en la imagen no se vea bien. Cómpralo en cuánto tengas la oportunidad porque no te arrepentirás.

domingo, 6 de enero de 2008

DIFERENTE

Comenzó a llover. Otra vez. Un manto de nubes grises cubría el cielo ocultando el sol. Pero a pesar de todo, a él le gustaba todo eso. Porque él no era como los demás. Era diferente, todos se habían percatado de ello, por eso no tenía amigos, pero no le importaba. Caminaba hacia su casa, solo, como de costumbre. Cuando llegó, subió a su habitación sin hablar con nadie. Su naturaleza era fría y solía aislarse del mundo, sin hacer caso a los demás. Su madre le había llevado varias veces al psicólogo, pero cuando le preguntaba que por qué no quería tener amigos, el siempre contestaba lo mismo: ``Porque no los necesito´´
Por lo demás, no era un chico problemático, no se metía con nadie, simplemente trataba de pasar inadvertido. Y lo conseguía, porque sus compañeros se habían cansado de hostigarle y burlarse de él hacía mucho tiempo, y por varias razones: Una de ellas era que nada de lo que le dijeran parecía molestarle, como si no los escuchara; y la otra era que aquel chico había empezado a darles miedo por su indiferencia. Era como si estuviera lejos de allí, o como si él fuera superior a todos, y por eso cualquier cosa careciese de importancia para él.
Aquella tarde, y para no variar, se encerró en su habitación. Lo que nadie sabía era que aquel chico era mucho más diferente de lo que todos creían. Se tumbó en la cama, cerró los ojos y se concentró. Pasó varios minutos así, y entonces, muy lentamente, su conciencia se separó de su cuerpo. Y reemprendió la búsqueda. La búsqueda del lugar al que realmente pertenecía. Su conciencia se alejó de allí, de aquel mundo en el que se sentía un extraño, y viajó, a la velocidad de la luz, por distintas dimensiones, hasta que por fin lo encontró. Llevaba mucho tiempo buscando: desde el día en el que se dio cuenta de sus habilidades, de lo que podía hacer, de que era diferente en todos los sentidos. Se acercó un poco más, y vio lo que había en ese lugar; vio a otras conciencias como él, almas perdidas que finalmente habían encontrado su lugar en el mundo, almas como la suya.
Podía dejar de buscar, porque, por primera vez en su vida, se sentía bien, se sentía en paz, sentía que encajaba, pero sobretodo, se sentía comprendido.

Cuando su madre fue a avisarle de que la cena estaba lista, encontró su cuerpo sin vida. Los forenses no supieron dictaminar la causa de la muerte, pero nadie se extrañó de ello, pues su muerte, como su vida, fue, y no podía ser de otra manera, extraña.